Símbolo de lucha contra el hiyab, Shaparak no ve cambios a la vista en Irán

IRAN D.HUMANOS (Entrevista)

Isabel Saco

Ginebra, 21 feb (EFE).- Poco está en juego en las elecciones legislativas de este viernes en Irán porque la mayoría de iraníes preferirán no ir a votar cansados de los engaños, anticipa Shaparak Shayarizadeh, quien simboliza la lucha contra el velo obligatorio, por la que fue encarcelada tres veces, golpeada y forzada al exilio.

"Los conservadores ganaran porque habrá poca participación electoral. Los llamados reformistas han mentido al pueblo durante cuatro años y han demostrado que no son diferentes de los fundamentalistas al apoyar la represión", analiza Shayarizadeh (Teherán, 1975) en una entrevista con Efe.

Su abundante cabellera rubia se convirtió en una imagen fuerte del movimiento contra el hiyab en Irán, que de los "Miércoles blancos" (las mujeres llevaban velos blancos ese día de la semana en señal de protesta) en 2017 pasaron al siguiente nivel en 2018 con la decisión de un grupo de mujeres de ubicarse en una importante avenida de Teherán y quitarse el velo, colgarlo de un palo y ondearlo como si fuese una bandera de la paz.

La acción fue iniciada por Vida Movahed y Shaparak se incorporó rápidamente a pesar del riesgo que suponía en un país donde rige una estricta ley que obliga a todas las mujeres a llevar el hiyab en público.

El gran aporte de Shaparak al movimiento fue su decisión de filmarse y difundir las imágenes con su cabeza descubierta a través de las redes sociales para animar a más mujeres a participar.

Así nacieron "Las Chicas de la calle Enghelab", un movimiento que el gobierno reprimió rápidamente reprendiendo, amenazando y arrestando a las manifestantes.

"Me harte de estar callada, inactiva. Ya había muchas mujeres que luchaban por nuestros derechos... pero otros derechos y que no necesariamente desafiaban el hiyab", recuerda Shaparak, quien esta semana ha asistido en Ginebra a una conferencia mundial de disidentes de todo el mundo.

En este evento se le ha concedido el premio anual por su defensa de los derechos de las mujeres.

Pese a los reconocimientos, Shaparak ya no puede caminar por la calle Enghelab y no tiene idea de cuándo podrá volver a hacerlo. Desde hace unos meses vive como refugiada en Canadá, a donde llegó tras pasar clandestinamente por Turquía en su huida de Irán, donde la Policía la arrestó tres veces por mostrarse sin hiyab, pasando periodos de una semana a once días detenida.

Durante un interrogatorio fue golpeada fuertemente en el rostro yen ese momento el verdadero miedo se le presentó a una mujer que nunca había hecho activismo político y que pertenecía "a los privilegiados" de la sociedad iraní.

"Sabía que me podían arrestar, pero no sabía lo brutales que podían ser. Después de mi primer arresto mi esposo y mis padres me pidieron que parara, pero no pude, no iban a conseguir silenciarme", relata.

Sin embargo, la represión se acentuó y Sharapak entendió que el silencio le podía ser impuesto si la condenaban a prisión, como ocurrió a varias de sus compañeras y a su propia abogada y defensora de los derechos humanos, Nasrin Sotudeh.

"Mi abogada se ha negado a apelar su sentencia (33 años) y solo fue a una audiencia porque hay una ley que dice que los acusados por propaganda contra el Estado solo pueden acceder a uno de los veinte abogados que figuran en una lista elaborada por el gobierno. Nasrin y otras abogadas en prisión han dicho que esto es ilegal y rechazan ver a estos abogados", explica.

Además, Sotudeh se niega a usar el hiyab en la cárcel, por lo cual en ocasiones la sancionan negándole la visita de sus familiares, explica Shaparak.

En su exilio en Toronto, la activista ha recibido copias de numerosas sentencias contra mujeres que participaron en el movimiento contra el velo obligatorio, pero dice que en realidad no se sabe cuántas han sido encarceladas y cuántas pueden serlo si reinciden porque hay sentencias en suspenso en su contra.

Todos estos sacrificios parecen no haber provocado ningún cuestionamiento serio del velo obligatorio en Irán, pero Shaparak no parece desanimada ni sorprendida: "En Irán hay dos partidos que son lo mismo y que en realidad son el régimen, no hay reformistas y fundamentalistas, todos son iguales".

"Yo entiendo que en la mentalidad de Occidente un movimiento popular debe generar algún cambio, pero en una dictadura no es así. Lo importante es que las mujeres iraníes han ganado en fuerza y valor, pero el gobierno no cambiará", sostiene.

Para la activista, la única forma de que haya un cambio en Irán es que otros países presten ayuda a la sociedad civil.

"Si todos los países apoyasen a Estados Unidos para presionar más a Irán quizás se conseguiría algo. La libertad tiene un precio, si ustedes tienen países democráticos es porque alguien pagó el precio. Si los políticos europeos o la ONU siguen negociando con Irán nada bueno va a pasar, serán cada vez peores y más brutales", opina.

La decisión de Shaparak de continuar con su activismo en Canadá puso en riesgo a su esposo, que se había quedado en Irán y que ahora se ha reunido con ella y su hijo en el país que les ha dado acogida, pero donde saben que tendrán una vida muy diferente a la que llevaban en Teherán.

"Tenía una vida completa. Soy ingeniera informática y tenía mi propia compañía en el área de organización de eventos, estaba involucrada en la defensa de los animales y acostumbraba alimentar a muchos perros y gatos a diario. Viajaba mucho y lo adoraba. Yo era una privilegiada en Irán, pero ahora todo eso lo he perdido", dice sin poder ocultar su tristeza.

A pesar de todo, afirma que no se arrepiente de nada y que aunque su vida ha dado un vuelco "hice lo que quería hacer y ahora tengo una plataforma, una notoriedad que no buscaba, pero ahora que la tengo la usaré". EFE

is/jgb

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